martes, 24 de diciembre de 2013

La Mujer Celta

Las mujeres celtas tenían un desarrollado gusto por la coquetería. Llevaban sus cabelleras trenzadas, usaban muchos adornos y hasta cosían pequeñas campanillas en sus ropas a fin de llamar la atención. Se maquillaban con una hierba llamada "ruan" y con jugo de bayas.
 
Pero estas misma mujeres, mantenían una estrecha relación con los hombres de la tribu, trabajaban desde su niñez y aprendían el manejo de las armas a corta edad. Debido a su vida de viajeras, estaban preparadas para el combate y para defenderse tanto de serpientes como de osos.



 La mujer ocupa un lugar de gran importancia en el mundo celta hasta el punto de que dioses y héroes reciben, en muchas ocasiones, el nombre materno. Madres, esposas, hermanas, amigas y amantes, también sabían luchar en la batalla; entendían de leyes, dirigían hogares, trabajan el campo, se experimentaban en la lucha; conocían las ciencias de la magia, la poesía y la escritura. Su situación era de igual a igual, respecto al hombre, en la sociedad celta, una característica que recuerda mucho a la posición de la mujer en el antiguo Egipto, muy similar al caso de las mujeres celtas. Se confiaba mucho en sus conocimientos del mundo natural, con independencia de la indiscutible sabiduría druídica; no tenían tabúes en el campo de la sexualidad y defendían a sangre y fuego a su pueblo en caso de ser atacados por algún enemigo. La multiplicidad de diosas que cuenta el mundo celta demuestra la importancia de la mujer en su sociedad, sin robarle la suya a los varones.



En el caso del origen de los Tuatha Dè Dannae, se les conoce como los hijos de la diosa Danu. Los hijos de la diosa DANA.

En todas las culturas precélticas indoeuropeas el papel de las diosas-madre fue básico. Las primeras diosas madre simbolizaron la fuerza de la tierra para cubrir las necesidades de los hombres; concedía fertilidad, acompañaban a los hombres en su soledad, les sanaban en caso de mala salud.

El Sanas Cormaic irlandés la llaman ANA a DANA.



En Killarney, Munster, se elevan dos colinas a las que se les dio el nombre de Da Chích Anann o “los dos pechos de Ana”, en alusión a su tarea nutricia. La propia Irlanda fue llamada îat Anann. En muchos monumentos megalíticos suelen representarse sus atributos: el hacha, que representa la autoridad sacrificial; el cayado de pastor, como guía y la serpiente, como fuerza fecundadora. También hay en sus cercanías animales con cuernos como ciervos, vacas, toros, bueyes, carneros, al ser tribus que conseguían buena parte de su alimento con la caza. Los Tuatha recibieron a esta diosa madre Dana, o Ana, como herencia de otras culturas más antiguas, extendiéndose luego por todo el mundo celta.




Los celtas conservaron, pese a su arrolladora masculinidad y una organización básicamente patriarcal, una indiscutible devoción hacia Dana, la dama de los dólmenes, como madre de todos los dioses. Los relatos populares la consideran como reina de las hadas, de los enanos o korrigans, a cuyo cuidado estaban confiadas enormes riquezas subterráneas. La consideraban, en resumen, la gran regidora de un inframundo misterioso y, en ocasiones, hasta mortal. Hay quien dice que era esa anciana de aspecto terrible, hechicera implacable pero también bienhechora que no desdeñaba echar una mano a quienes lo necesitaban, si demostraban que tenían buen corazón. La diosa madre pasó a llamarse, tras la cristianización, Santa Ana, la madre de la Virgen María, mateniendo su antiguo prestigio como diosa de la fertilidad, y protectora bajo los auspicios de la luna. Los gaélicos la bautizaron con los nombres de Brigantia y Gwen.

 





Fueron muy consideradas en muchos aspectos y eran tan buenas guerreras como los hombres, con los mismos valores en la lucha que ellos, siendo usual que luchasen codo con codo, muy temidas por su valentía y fuerza, no se las vencía físicamente con facilidad; sin embargo sus mitos, sus creencias, no fueron destruidas por los romanos en la lucha, sino por los cristianos.
Las conquistas romanas y la inmersión en su mentalidad por parte de casi todos los pueblos celtas, excepción hecha de Irlanda y las altas Tierras Escocesas, se perdió considerable y notablemente la visión particular que se tenía de la mujer, no solo ya, en sus aptitudes guerreras, sino como ser viviente.

Ammanianus Mercellinus, dijo sobre las mujeres celtas: "Unas lobas en celo no lucharían tan rabiosamente para proteger a su camada como ellas..."
Los romanos, en su mayoría consideraban a la mujer como portadora de niños o simples objetos de placer. Como mucho, se la tenía en cuenta como ser capaz de dar continuidad a la “gens” romana. Sin embargo, y decididamente la función de la mujer como guerrera ya con la cristianización, perdió toda su importancia, y le fue arrebatada esa posibilidad.


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